ÓPTICA PEDAGÓGA
Oscar Sierra Pandolfi
De la pedagogía tradicional a la contemporánea
La enseñanza ha sido proceso dinámico fuertemente siamés con el aprendizaje. La dilatoria pedagógica es abarcadora y circunspecta del talento para dirigir y orientar a los mozuelos. Porque las articulaciones entre “juego” y “aprendizaje” son covalentes en el equilibrio impulsivo que se juega la psicología lacaniana, Allport, Freud y Fromm. Sin disgustar de los entretejidos teóricos de la psicología conductivista estimulante del reforzamiento y respuesta, la rata de Pávlov. El rol de los reforzadores, el movimiento atenuante entre negativismo y positivismo de la conducta. No así, las teorías culturales de Piaget y Vygotsky encendieron el motor de ciertas premisas estructuralistas y del sollamado constructivismo, todavía en aras de una hermenéutica adecuada en la pedagogía sistemática, tradicional o sicologista. El desplazamiento del “docente” hacia las periferias complicó la armazón intangible del “discente” en contubernio entre aprender información y aprender conocimiento.
La pizarra en blanco de la mente “tabula rasa” filogénesis de un empirismo patrocinado por las construcciones consuetudinarias, cualquier persona, que solo sabia lecto-escritura, podía asesorar a los demás. Las innovaciones, los cambios epistemológicos en la ciencia formal, han inquirido, desplazar dichas idealizaciones pedagógicas, para hacer que los pilares que plantea Delors, el saber hacer, el saber ser y el saber convivir entre las más fundamentales en el existencialismo del alumno y el cognitivismo del docente. Promueve el hombre democrático y pragmático de Dewey y Ausubel.
El escaparate de que cualquier sujeto que no está emergido por los menos en las orientaciones epistémicas, de la socio-crítica, de la pedagógica dialógica de Habermas, el ámbito de la pedagogía calibrada en la ética pública de Adela Cortina y de los sustentos teóricos novedosos de Pablo de Pons, y Manuel Castell, más amaneradas a las pedagogías urbanas. Pedagogías que podrían alejarse del reduccionismo convaleciente en los diseños curriculares que van amasijados por las políticas educativas del Fondo Monetario Internacional. Ellos, teorizan, ellos formulan los fines educativos, ellos plantean las pedagogías dominantes en el escalpelo de ahondar en la crisis de la libertad del alumno, que confronta su tragedia ante el apogeo del homo videns de Sartori o de Braudilliard.
Honestamente, después de la Pandemia, la pedagogía del simulacro o de la simulación, profesores que simulan enseñar y alumnos que aparentan aprender. Es la mentira evidente y desnuda de una pedagogía lastrada en la muerte física del aula de clases, para empotrarse en las cavidades virtuales, donde la axiología y la teleología ya serán los ejes fundamentales de la pedagogía tanto tradicional como contemporánea. Vamos hacia una escuela sin nadie. Una sociedad sin sociedad en términos de Peter Burger o de Jean Claude Passeron.
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