DE PÉSIMOS A EXCELENTES DOCENTES

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El reportro



DE PÉSIMOS A EXCELENTES DOCENTES


Las auditorias no solo deben ser de fondo, sino de forma en el trajín burocrático del sistema espinoso de la educación hondureña. Se puede conceptualizar dicho término desde la semántica popular y de la significación técnica “Ojo que detecta anomalías” “Estetoscopio que señala el malestar sintomático de los educadores” “Detector veloz de erráticas enseñanzas” “Copio-capturador de macro células dañinas en la metodología de la enseñanza-aprendizaje”.

 “Estrategia mañosa de sintonizar la ruta preconcebida del trabajo docente” “Antena parabólica que sintoniza las ondas hertzianas de la pésima y rayana enseñanza” “Reactor nuclear para detectar de forma instantánea el Boucher extra del maestro que no existe”. Auditar el alma del docente que de vez en cuando impartía clases en un horario manoseado por consejeros, amigos de equis, colegio o escuela. Señalamiento del sublime estuprador de alumnas a cambio de puntajes negociados burdamente.

Auditar es investigar con los ojos de efecto cibernético las inclinaciones sexuales de educadores que entran en los parámetros trágicos silenciosos del abuso físico y mental de los pupilos. Detectar al hitleriano docente que impone perversos castigos con azotes al estilo época medieval y acento Nazi, con la retratera de coscorrones en la mollera infantil.

Auditar es capturar al docente danzando y zigzagueando el espacio escolar con cien mml de acetílico en el sistema límbico. También es detectar con ojos de pájaro el nombramiento ilegal e indebido bajo la mesa en las departamentales. Es atrapar in fraganti al mercader de plazas que las promociona a bajos precios, muy común en las tierras del sur.

Auditar de forma científica, es atrapar con red de pescador al docente iletrado, analfabeta, funcional, con vacío intelectivo, con poquitencia lectoral, al que no planea las clases para darle espacio al vicio de la improvisación. También señalar al que hace papel de docente sin tener título de educación primaria.

La falacia acti vivendi de un habitus de reconocer que los maestros que egresan de la Universidad mejoran sus niveles intelectuales; sin embargo, muchos logran esa escalonada para subir el sueldo en la escalofonaria forma de vivir bien, aunque se enseñe mal.

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